El reverendo Cotton Marcus es un hombre religioso de poca o ninguna fe. Para él, la religión es un negocio y un espectáculo, con los que espera ganarse la vida. No es el típico predicador embustero que acostumbramos a ver en las películas, sino un buen hombre, un padre de familia responsable. Simplemente no cree en lo que creen sus fieles, a los que ayuda con un mensaje de fe y esperanza que en última instancia no lastima a nadie. Hasta que oye la noticia de la muerte de una nena, asfixiada durante una sesión de exorcismo. Entonces descubre que el mensaje que él mismo da, en algunos casos, puede llegar a lastimar. Por eso decide hacer un exorcismo, pero filmándolo en su totalidad, para probar lo que muchos no están dispuestos a decir: que nada de eso es real y que todo se debe a una sugestión psicológica del supuesto poseído, que lo es sólo porque cree serlo. Así conoce a Nell Sweetzer, la chica que es acosada por un espíritu maligno. La película es la filmación del exorcismo de Nell, con todas las dificultades que tendrá que atravesar el reverendo en el intento de probar su teoría.
La película está buena. Bastante buena si se tienen en cuenta las últimas producciones sobre exorcismos. La incertidumbre se mantiene hasta el final y la eterna pelea entre la explicación racional y la creencia religiosa está bien construida en el personaje mismo del reverendo
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